13 de Julio de 2009
Casi un millón de jóvenes ni
estudia ni trabaja en Argentina
Los sociólogos comenzaron a
calificarlos como la Generación "Ni-Ni" y encienden una
alarma sobre el futuro del país. Se suman falta de
incentivos y desilusión
Dos de cada diez
del total de seis millones de argentinos de entre 15 y 24
años no tiene ganas de nada. Muchos ya ni siquiera buscan
empleo. El 80% vive en hogares pobres, publica
Crítica de la
Argentina.
“Me levanto, toco la guitarra,
después desayuno; si tengo que trabajar, me ocupo de esa
obligación; hago la limpieza del hogar y me baño, escucho
música, salgo a caminar por el barrio, almuerzo, escribo,
tomo nota de la vida misma, consumo algún estupefaciente, me
acuesto a dormir”, escribe un chico acerca de cómo es un día
cualquiera de su vida.
Se trata de uno de los 900 mil
jóvenes de la llamada generación ni-ni: jóvenes que ni
estudian, ni trabajan, ni buscan empleo. En la Argentina
existen 3.253.000 de adolescentes de 15 a 19 años y
3.174.000 de jóvenes adultos de 20 a 24 años: en total, unos
6.427.000 de chicos que representan al 20% de la población
total.
De esos seis millones de
adolescentes y jóvenes adultos, dos de cada diez no tiene
ganas de nada. “Si uno antes se esforzaba, lograba estudiar
y trabajar, el progreso no tenía límites. En cambio, ahora,
los chicos observan que los padres o los abuelos trabajan o
se esfuerzan mucho pero no ven ningún progreso”, dice Mariel
Romero.
Romero y Guillermo Pérez Sosto
son sociólogos y desarrollan investigaciones sobre los
jóvenes desde hace más de treinta años: en la Cátedra Unesco
sobre las Manifestaciones Actuales de la Cuestión Social y
en el Centro de Estudios en Políticas Laborales y Sociales
del Instituto Torcuato Di Tella.
Desde esos espacios realizaron
investigaciones cualitativas para determinar cuáles son las
expectativas y deseos de los jóvenes que van de los 15 a los
24 años y a los que el mercado de trabajo les es esquivo. No
sólo el mercado, también el esfuerzo, que economizan por
miedo a la frustración.
La
Organización Internacional del Trabajo (OIT)
publicó las
conclusiones de su estudio Jóvenes y Trabajo Decente en la
Argentina: “En la Argentina de la postcrisis de 2001, la
problemática juvenil y la precariedad laboral ocupan el
centro de la gravedad de la cuestión social”, apunta Pérez
Sosto, que asegura que se trata de jóvenes que pertenecen a
ese segmento de la población que se convirtió en irrelevante
para el sistema capitalista porque antes eran explotados y
hoy se los excluye. “Existe una fragmentación de los
imaginarios sociales porque se quebró el mito del progreso”,
dice.
En las estadísticas, a esos
chicos se los denomina “inactivos absolutos” y son muy
distintos de lo que en Europa llaman de la misma manera:
jóvenes de una clase social apática. De este lado de mundo,
los ni-ni pertenecen a sectores indigentes, pobres y
vulnerables.
“En la Argentina, surgen de un
proceso de descomposición social, de una historia de
degradación de la economía y de la sociedad de largo
período, que supone la precarización del mundo del trabajo,
la desprotección social y, por último, el abandono de niños
y jóvenes. Un problema social contiguo al de nuestros ni-ni
son los ‘precarios’ jóvenes, que abandonaron sus estudios y
buscan trabajo, casi 500 mil, y los jóvenes que abandonaron
sus estudios y trabajan en forma precaria o indigente están
cerca del millón. Entre ambas categorías suman 1,4 millón de
jóvenes sobreexpuestos, condenados a la precariedad perpetua
y amenazados de invalidez social”, dicen Pérez Sosto y
Romero.
“Yo terminé la secundaria en
2007: fue unos meses después de lo que debía, porque me
quedaron un par de materias. Ya en quinto año, como estaba
libre, empecé a trabajar como (agente de) seguridad de un
templo judío. Después me anoté en el terciario de la ORT
para hacer Análisis de Sistema y la verdad es que me bajé al
mes y medio porque no me gustaba. Ahí me fui de nuevo a
trabajar de lo mismo hasta que me echaron hace unos meses,
en marzo, de un lugar donde me hicieron mil contratos
temporales”, dice Pablo, que tiene 20 años y vive en la casa
de los padres en Villa del Parque.
“Ahora estoy sin trabajo y sin
estudiar y la verdad es que es difícil. Mi CV está dentro de
cuatro bolsas distintas y cuando me llaman es para laburos
donde me ofrecen menos de mil pesos por mes, quedan muy
lejos o son mil horas, y cuando me convocan para algo más
específico, no tengo la suficiente experiencia ni los
estudios que me piden”, cuenta Pablo, que se anotó en la
carrera de Imagen y Sonido de la UBA y espera poder
terminarla.
El 80% de estos jóvenes sin
proyectos ni ilusiones vive en hogares pobres. Sólo el 8% de
los ni-ni tienen un mejor pasar económico. Para todos, en
definitiva, el progreso no existe: tienen una gran apatía,
una grave crisis de participación, no creen en instituciones
como la escuela o los sindicatos. En el 40 y el 50 % de esos
chicos, el abandono escolar hace estragos. Ése es el primer
paso –reconocen– para quedar afuera de todo. Una vez que
dejan la escuela y salen a buscar trabajo, se encuentran con
una realidad cruda: el 25 % no tiene empleo y la precariedad
laboral de los puestos de trabajo a los que tienen acceso
trepa al 62,2 %, cuando el índice para la población general
es del 40 %.
“Estos chicos no se interesan
por nada: hay abandono a priori de la ciudadanía. No les
interesa opinar ni votar, no quieren hablar de política,
existe una profunda desafiliación y se caen, de ese modo,
las redes de sociabilidad. Hasta el progreso se da como una
forma individual. Niegan la eficacia de la acción
colectiva”, dice Pérez Sosto.
El estudio realizado por los
sociólogos recogió testimonios de jóvenes que relatan un día
de sus vidas: “Me levanto, escucho la radio, desayuno, veo
qué hay para hacer, salgo, estoy con mis amigos, cuando
puedo salgo a buscar trabajo”, dice un ni-ni.
Otro escribe: “Me lebanto,
arreglo mis cosas, alludo en mi casa, si sale alguna changa
la hago, osino beo la tele”(sic). Otro, más adelante,
agrega: “Un día mío me levanto temprano, al medio día como,
a la tarde juego a la pelota, buelbo, me pego un vaño y me
voy con los pibes parai”(sic). En todo caso, todos se
levantan.
Entre las mujeres –que son siete
de cada diez de ese segmento– el problema no es la apatía,
sino otro: abandonan la escuela o dejan de buscar trabajo
cuando quedan embarazadas o tienen que cuidar a sus hermanos
más chicos: “Me lebanto temprano, limpio mi casa y miro las
nobelas” (sic), dice una chica.
Otra enumera: “Me levanto,
preparo el desayuno, organizo las cosas del colegio de mis
hermanas, les hago el almuerzo, las llevo al colegio, limpio
mi casa, las voy a buscar al colegio y las ayudo a hacer la
tarea, después viene mi mamá y le hago mates y después
cenamos y dormimos”.
“Existe una
tendencia que marca que hay chicos que estén en un estado de
adormecimiento. En las mujeres se ve un poco más la fantasía
de la Bella Durmiente, donde alguien aparentemente las va a
despertar en algún momento para llevarlas a un mundo
distinto, en el que todo está solucionado. Estos estados
mentales tienen relación con una falla de continencia
durante el proceso adolescente por parte de la familia, y
ésta, a su vez, no es contenida por la sociedad. El chico
cae en una suerte de vacío de referentes. Puede reaccionar
de distintas maneras, que van desde el chico un poco haragán
hasta el que muestra una depresión profunda o también
algunos que caen en psicopatologías muy severas como la
psicosis, falta de inserción, adicción o la delincuencia. Un
chico que no estudia ni trabaja puede ser alguien que está
sufriendo mucho a pesar de la aparente pasividad. También
puede sufrir una grave falta de motivación por un mundo que
ofrece muy pocas garantías”, dice
la
médica psicoanalista y coordinadora del Comité de
Psicoanálisis de Niños y Adolescentes de la Asociación
Psicoanalítica Internacional (API), Virginia Ungar.
La mayor parte de los ni-ni, el
68,3%, no terminó la secundaria y la mayoría son mujeres:
73%. El embarazo adolescente es el primer factor para quedar
afuera de todo. Grisel, 16 años y un hijo de un año y diez
meses, asiente con la cabeza: “Yo me levanto a las ocho de
la mañana y dejo dormir un rato más al nene. Después, a las
nueve, lo levanto. Le doy un yogur y sigue toda la mañana.
Se lo dejo a mi hermana y limpio la casa. Después, él duerme
una siesta y si quiere jugar, lo dejo, si no mala suerte.
Mientras él duerme, yo estudio un poco. Porque dejé la
escuela un año cuando quedé embarazada y ahora la retomé a
la noche”, dice.
Su hermana fue la que insistió
para que retomara la secundaria. Ahora va de seis a once de
la noche, en pleno centro de Santa Fe. “Es que a la noche,
la escuela no es lo mismo que a la mañana o a la tarde, hay
cosas que no te enseñan o problemas, como gente que se
droga. Yo tuve uno cuando unos chicos me quisieron pegar y
me asusté mucho”, dice la joven, que busca trabajo y no
encuentra. “Me piden el título secundario y no les importa
que estoy en el último año. También que tenga horario de
mañana y tarde y si les digo que tengo un hijo, menos me
toman. Si te dan trabajo, te pagan veinte pesos por doce
horas”, cuenta.
Ana
Miranda dirige el programa de Investigaciones de Juventud de
Flacso.
En uno de sus últimos trabajos, “Educación secundaria,
desigualdad y género en Argentina”, retrata a los ni-ni:
“Más del 20% de los jóvenes que no estudia ni trabaja se
encuentra en una situación que se denomina como de
‘domesticidad excluyente’, en referencia a su escasa
participación en ámbitos públicos, de carácter educativo o
laboral. Este fenómeno, que no es nuevo, tiene implicancias
más significativas en el contexto social contemporáneo en
donde el abandono escolar temprano y la baja participación
en el mercado laboral generan amplias dificultades frente a
la obtención de ingresos, perpetuando la vulnerabilidad de
las mujeres en estos grupos sociales”.
La incertidumbre, la apatía y la
desilusión son moneda corriente entre estos jóvenes. Sin
embargo, la psicóloga Ungar opina que la situación se puede
revertir: “No tengo una visión tan pesimista. Si estos
chicos son escuchados, con ayuda terapéutica y un trabajo
interdisciplinario, pueden arrancar”.